miércoles, 7 de diciembre de 2011

Toni Cantó renuncia a que el Congreso le pague Internet en casa y dietas de alojamiento




El diputado electo de UPyD por Valencia, el actor Toni Cantó, ha anunciado su decisión de no aceptar que el Congreso le pague la conexión ADSL a Internet en su domicilio ni los gastos de alojamiento en Madrid, además de rechazar acogerse a la pensión complementaria que contempla el plan de previsión social para parlamentarios.

Cuando se incorporan al Congreso, los diputados reciben un 'kit tecnológico' que incluye un móvil de última generación, tipo iPhone, línea ADSL en su domicilio para estar conectados a Internet, y este año una tableta iPad en lugar del ordenador portátil que tenían antes.

Además, los diputados son inscritos en un programa de Previsión Social para parlamentarios según el cual el Congreso contrata un plan de pensiones donde ingresa mensualmente el equivalente al 10% de su sueldo base (asignación constitucional) con idea de que, cuando se jubilen, obtengan un complemento de pensión.

1.800 euros para los de fuera de Madrid

Igualmente, y además de su sueldo base, los diputados reciben una indemnización mensual para pagarse los gastos de manutención y alojamiento mientras estén en la capital. Dicha cantidad ronda los 875 euros para diputados de Madrid y es de algo más de 1.800 euros para los demás. Se les abonan aparte los gastos de transporte público (avión, tren o barco) y se les facilita un bono de taxi por valor de 3.000 euros anuales.

A través de su cuenta de Twitter, Toni Cantó ha anunciado que renuncia a parte de estas prerrogativas reservadas a los parlamentarios. En concreto, ha citado la conexión a Internet en su domicilio (no ha mencionado el iPad ni el teléfono), el complemento de pensión y los gastos de alojamiento en Madrid.

"Renuncio al ADSL en casa, al plan privado de pensiones y a la parte del sueldo que me corresponde para gastos de hotel en Madrid", ha escrito en un mensaje. Después ha precisado que, como no puede renunciar exactamente a la cantidad específica por gastos de alojamiento, lo que hará será donar su equivalente a la Casa de Caridad de Valencia.

El número dos de UPyD, Carlos Martínez Gorriarán, ya había anunciado que sus diputados no aceptarán lo que consideran "privilegios" derivados del hecho de ser parlamentarios.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Blancanieves no era tan buena


Los cuentos infantiles han llegado hasta nuestros días dulcificados por Perrault, los hermanos Grimm o Disney.


Había una vez un reino entre dos mares en el que siempre lucía el sol. Tenía un primer ministro al que sus amigos -incluidos los más belicosos- retrataban con cara de cervatillo y al que los ciudadanos querían mucho porque sacó al país de la guerra de Mesopotamia y sentó a su mesa a tantas princesas como príncipes, pero sobre todo porque, a pesar de haber nacido en una que llamaban Ciudad del León, él era tan sencillo como un zapatero. Cuestión de talante, decía él quitándose importancia. Cuando los sabios oyeron esa palabra recordaron que talante, como talento, viene del nombre que en griego tenía una moneda de oro.

Saber que todo podía ser cuestión de dinero no enturbió el ánimo de la ciudadanía, hasta el punto de que esa palabra, como muchas otras, pasó a pronunciarse como si fuera esdrújula. A pesar de que el cielo se había ido nublando en los imperios vecinos, en el reino del talante lucía un sol perpetuo. En parte porque era un sol pintado por Miró para atraer turistas y en parte porque el reino vivía dentro de una burbuja que no dejaba pasar las nubes a cambio, eso sí, de hacer que cada vez el aire estuviera más viciado. Fue entonces cuando se prohibió fumar dentro de los palacios.

Todo era de cuento: los atletas ganaban campeonatos incluso en los antípodas, y las gentes cruzaban el mar para ver el milagro de aquel país en el que los prestamistas daban dinero al que se lo pedía y el primer ministro eliminaba impuestos e incluso repartía monedas cuando le sobraban. Tan seguras parecían las cosas materiales y presentes, que los guías del reino decidieron arreglar las pasadas y espirituales. Fue así como los consejeros del reino decidieron crear un ministerio al que le buscaron el nombre más bonito: igualdad. Duró lo que duraron los talentos de oro y terminó alojado en la casa de la sanidad, pero tuvo tiempo de hacer cosas sensatas y, también, cosas extravagantes.

Entre las últimas estaba buscar una solución, política y correcta, para un viejo problema: la crueldad y el sexismo de los cuentos infantiles. Todo quedó en la búsqueda porque los duendes pincharon la burbuja y las palabras dejaron de ser esdrújulas y agudas -paridad, igualdad y volvieron a ser llanas -prima, riesgo, deuda, soberana. El cuento sigue porque los súbditos del reino pusieron a buscar oro a un registrador de la propiedad cuyo mayor mérito era la paciencia. Continuará, pues.

Fábulas aparte, en la primavera del año pasado, pocos meses antes de convertirse en Secretaría de Estado, el Ministerio de Igualdad promovió una campaña para incentivar la lectura entre los niños de relatos que no estuvieran lastrados por los estereotipos, sexuales y violentos, de los cuentos clásicos de la tradición infantil: Barba Azul, La Cenicienta, La Bella Durmiente...

No es una novedad. El maquillaje y la censura forman parte de la evolución editorial de la literatura para niños tanto como la brutalidad de muchas de las peripecias que la nutren. En 1697, un académico francés llamado Charles Perrault recogió en un volumen ocho cuentos -La Bella Durmiente, Caperucita Roja, El gato con botas, La Cenicienta y Pulgarcito, entre ellos- en los que es difícil desligar lo que se le debe a él de lo que él debe a la tradición. Un siglo más tarde, dos hermanos alemanes, los Grimm, publicaron una recopilación que incluía varios de los cuentos del francés en versiones levemente distintas o muy distintas. Si la Caperucita de Perrault termina con la niña dentro del estómago del lobo, la de los Grimm se prolonga hasta la heroica intervención del cazador.

Eso sí, en tiempos de guerra entre Alemania y Francia, esos relatos desaparecieron de las sucesivas ediciones. Lo mismo que hoy es difícil encontrar una recopilación de la pareja de escritores que incluya El judío entre los espinos, un texto que hasta el menos amante de la pedagogía moderna consideraría racista.

Pero los maquilladores no se conforman con ver cómo Perrault salva a la última mujer de Barba Azul, se empeñan en resucitar a todas las esposas degolladas por él. No obstante, los malos no son los únicos en pasar por el quirófano de la cirugía estética. Los buenos también reciben su ración de edulcorante para hacer de las bellas candidatas a Miss Universo y de los jorobados seres que no producen miedo alguno. Ni que decir tiene que el gran cirujano de la narrativa tradicional no surgió de la literatura, sino del cine: Walt Disney, al que Rafael Sánchez Ferlosio -autor de una novela con niño como Industrias y andanzas de Alfanhuí no duda en calificar de "el gran corruptor de menores y la mayor catástrofe estética, moral y cultural del siglo XX".

La comparación entre el Pinocho que Carlo Collodi publicó en 1882 y el que Disney estrenó en 1940 es más que gráfica: el cascarrabias Geppetto se convierte en un anciano tierno con pez y gato; el tiburón, en ballena y el grillo no desaparece para reaparecer más tarde, sino que se transforma en acompañante de la marioneta que nunca termina de llegar a la escuela. Por supuesto, en el cine nunca se vio lo que puede imaginarse en el libro: a Pinocho contemplando su propia muerte como muñeco.

A veces, la cautela va más allá de lo obvio. Así, no faltan los editores que alertan a sus autores del peligro de que los protagonistas de sus libros corran sus aventuras solos, lejos de la mirada de sus padres. Se trata de poner una red pedagógica donde el relato necesita un salto narrativo. Triple y mortal a veces, pero imprescindible: al lado de un adulto no hay historia posible. Adiós a Pulgarcito, Hansel, Gretel, Caperucita y, de nuevo, Pinocho.

"A menudo los que se asustan son más bien los padres. Y estos a su vez asustan al niño", apunta la experta en cuentos de hadas Clarissa Pinkola, autora de una amplísima antología de relatos de los hermanos Grimm y de un trabajo ya clásico del clásico: Mujeres que corren con los lobos. Allí se pregunta por qué los cuentos de todo el mundo recogen originalmente episodios que no ocultan su cara más brutal. Porque, responde, "no es probable que prestemos atención a la alarma si esta se expresa en términos más blandos". El mismo mecanismo, sugiere, que hoy se usa en las campañas contra el consumo de drogas o contra los accidentes de tráfico.

Por supuesto, todo lo anterior no es cosa de niños. Todavía. No cabe relegar en exceso la chispa primera de relatos que terminan cargados de arquetipos y de interpretaciones morales: el hecho de contar, simplemente. Y su efecto primero: el entretenimiento. En un ensayo antológico titulado con una pregunta, ¿Qué quiere un niño?, el filósofo José Luis Pardo comparaba a los personajes de Pinocho y Buzz Lightyear (el astronauta de la película Toy Story) como ejemplos, respectivamente, de muñeco que quiere ser humano y humano que no sabe que es un muñeco. Pardo, además, reflexiona sobre el carácter amoral de los niños. "La célebre y celebrada inocencia de los niños", dice, "no mienta una incapacidad para hacer el mal, no es que los niños sean buenos; su inocencia está cargada de perversidad; no son ni buenos ni malos porque simplemente carecen de conciencia moral, son capaces de cometer las peores maldades sin sentir remordimiento alguno, les falta la conciencia de culpa".

No es lo único, por cierto, que les falta a los niños, esa peculiar especie de animal racional. También les falta, para su felicidad, conciencia de algo que a medida que crecen se convierte en toda una cadena: el hilo argumental. De ahí que puedan entrar y salir de una historia disfrutando de cada instante como si fuera único. De ahí que nunca terminen de escuchar un cuento de una vez por todas. O de ver una película, la forma moderna de los cuentos antiguos. De ahí que sean capaces de leer (o ver) lo mismo una y otra vez. La ventaja de ser inmortal es que el tiempo no existe. El problema es que creen que todos disfrutan de su misma condición. Walter Benjamin, que tanto escribió sobre la figura del narrador tradicional -narrar no es solo un arte, también es un mérito, decía que la primera experiencia que el niño tiene del mundo no es que los adultos sean más fuertes, sino su incapacidad para la magia. Tenía razón. Jesucristo no era una excepción: todos los niños creen que sus padres son Dios.

Contra la eterna juventud del Photoshop


Julia Roberts en el anuncio retirado (a la izquierda) y ese mismo año. Los retoques quitan arrugas y hasta ponen dientes.- GTRESONLINE / CAMERA PRESS


Varios países quieren limitar la publicidad con fotos retocadas - Los médicos de EE UU alertan del peligro para los jóvenes

Photoshop es la poción de la eterna juventud, de la que beben famosos de toda índole para quitarse de encima ya no años, sino décadas. Ojeando cualquier revista de moda o del corazón queda claro: hay un nuevo arquetipo de belleza, encarnado por celebridades como Madonna, Julia Roberts, Sharon Stone o Sarah Jessica Parker. Parecen habitar en un limbo atemporal: sin arrugas, sin ojeras, sin patas de gallo, sin granos, sin celulitis, sin michelines, sin estrías. Esos famosos son un espejo en el que se miran adolescentes de todo el mundo. Ahora, diversos países están considerando si obligan por ley a los anunciantes a revelar qué fotos han sido alteradas informáticamente, para evitar la publicidad engañosa. Un grupo de científicos de Estados Unidos ha ido más lejos, creando un sistema de medición que ayudaría a clarificar, en cada foto, cuán realista, y por lo tanto, cuán honesta es.

Hace poco aparecieron en la Red unas imágenes de la cantante Madonna, de 53 años, de una serie tomada en 2008 por el fotógrafo Steven Klein. Eran las mismas fotos que sirvieron para promocionar su último álbum de estudio, pero con una diferencia: eran las versiones a las que no se les había aplicado todavía el programa informático de tratamiento de imagen Photoshop. En ellas aparecía Madonna como no se acostumbra a verla: con arrugas, con pliegues, con patas de gallo, con brillos en la piel y grandes ojeras. Es decir, humana. El contraste entre las fotos sin retocar y las que se difundieron a las revistas es comparable al que existe entre el personaje Dorian Gray y su célebre retrato en la novela de Oscar Wilde.

En aquella instancia, Madonna promocionaba disco. Pero ¿qué sucede cuando fotos manipuladas se emplean para vender productos de belleza que prometen la eterna juventud? En julio, la agencia reguladora de la publicidad de Reino Unido ordenó a las empresas L'Oréal y Maybelline retirar dos campañas publicitarias de cremas antiarrugas con fotos de Julia Roberts (44 años) y Christie Turlington (42) por considerarlas engañosas y romper las normas que previenen la publicidad exagerada. Parlamentarios de Reino Unido, Francia y Noruega han propuesto leyes que obligaría a las empresas de belleza a revelar expresamente en sus anuncios si sus fotos han pasado por Photoshop.

En el profesor de la universidad norteamericana de Darmouth Hany Farid esos legisladores tienen un gran aliado. Farid, doctor en Ingeniería Informática y experto en ciencias cognitivas, ha dedicado una gran parte de su carrera a establecer una verdadera práctica de la investigación de las imágenes fotográficas. Busca rastros de uso de Photoshop en ellas, a la caza de alteraciones geométricas (en piernas, brazos, caderas, pechos, pómulos, cuellos, ojos) y de tono y textura de la piel (el célebre uso del aerógrafo, que difumina la piel y elimina imperfecciones). Y ha creado un sistema para averiguar hasta qué punto las imágenes han sido retocadas atendiendo a esos dos parámetros. Ese software puede medir la diferencia entre original y copia modificada, en una escala de uno a cinco, entre lo razonablemente realista y lo exorbitantemente retocado.

"Reino Unido, Francia y Noruega están considerando leyes que obligarían a que las fotos retocadas queden etiquetadas como tales", explica el profesor Farid a EL PAÍS. "Nuestra tecnología podría proporcionar un modo fiable de distinguir cuándo se trata de un retoque insignificante [recorte del marco de la foto, una mera corrección de color, etcétera] y cuándo es una alteración esencial [disminución del peso corporal en un 30%, por ejemplo, o la eliminación de todas las arrugas e imperfecciones]. Esta tecnología también podría ser empleada por aquellos técnicos que retocan fotos, para ayudarles a medir el grado en que la imagen modificada se aleja de la realidad. Y, por último, podría ser muy útil para los editores de revistas que quieran demostrar que se preocupan por reducir al mínimo las formas extremas de retoque", plantea el experto.

El doctor Farid y el investigador Eric Kee han publicado recientemente en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences un artículo sobre este asunto, titulado "Una métrica perceptiva para los retoques fotográficos". En él, explican que sometieron su sistema a prueba, con 468 fotos originales y retocadas que clasificaron con su software automático, de acuerdo a valores de entre uno (retoque mínimo) y cinco (máximo). Posteriormente, presentaron las mismas fotos a personas que participaban en el experimento. El resultado: esas personas llegaron a las mismas conclusiones que el programa informático, lo que da una idea de la precisión de este último. "Hemos desarrollado una medición métrica con gran precisión a nivel perceptivo, para medir el nivel de modificación digital de una foto. Este sistema de medición da los mismos resultados que las clasificaciones humanas de las fotos", escriben los autores del artículo.

Cierto es que muchos publicistas y editores necesitan esa tecnología. Hay toda una galería de horrores en la página web PSDisasters.com. El caso más sonado del año pasado, recogido en esa página, fue el de un anuncio de la marca de ropa norteamericana Ralph Lauren, en el que a una modelo ya de por sí muy delgada se le comprimió la cintura y las caderas hasta un extremo inhumano y totalmente grotesco. La casa de ropa interior femenina Victoria's Secret es experta en fotos de modelos con brazos imposiblemente largos y cruces de piernas que desafían todas las leyes de la física y la anatomía. Scarlett Johansson, a pesar de que tiene 27 años, aparece en muchas de sus campañas publicitarias para firmas de lujo sin una sola expresión facial, plastificada por el todopoderoso aerógrafo, hasta parecer una caricatura de la muñeca Barbie.

¿Qué efecto tienen esas modificaciones exorbitantes sobre los adolescentes? Ya no es que se miren en modelos, actores y cantantes que son altos, estilizados y guapos. Es que tienen como objetivo parecerse a imágenes que son física y anatómicamente imposibles. "Los publicistas suelen alterar las fotografías para mejorar la apariencia de los cuerpos de modelos, y estas alteraciones pueden generar expectativas poco realistas de lo que es una imagen corporal adecuada", explica a este diario el presidente electo de la Asociación Médica Americana (AMA), el doctor Jeremy A. Lazarus. "Esto tiene un efecto especialmente más intenso entre los adolescentes más impresionables. Diversas investigaciones han vinculado la exposición a medios de comunicación que propagan imágenes con una imagen corporal poco realista a trastornos alimentarios y otros problemas de salud entre adolescentes".

AMA, la mayor agrupación de médicos de EE UU, que agrupa a 180 asociaciones de doctores, aprobó el pasado mes de junio una iniciativa por la cual está asesorando a las agencias publicitarias; a las revistas juveniles y de moda, y a las patronales que las aúnan, para que reflejen cuerpos y caras más realistas. "Hoy día no hay en EE UU normas para regular la alteración de fotografías en la publicidad. Por eso, AMA está alentando a las agrupaciones de publicistas a que colaboren con organizaciones públicas y privadas, expertas en salud infantil y juvenil, para elaborar normativas de anuncios en ese sentido, que reflejen imágenes corporales realistas", explica una portavoz de esa agrupación médica.

A veces, en Hollywood, la meca de la estilización extrema, hay también arrepentidos. Es el caso de Seth Matlins, que antes trabajaba en el sector publicitario, y que hace seis años se dio cuenta de la gran presión que los cánones del Photoshop ejercen sobre las niñas. A su hija, EllaRose, que es afroamericana, le regalaron una Barbie blanca. "Pensé entonces que mi hija no tenía por qué aspirar a parecerse a una muñeca como esa. Primero, porque era una Barbie blanca, y EllaRose es afroamericana. Y segundo, porque las formas corporales de la muñeca son imposibles", explica en conversación telefónica. Por eso creó hace un año la página web OffOurChests.com, repleta de historias personales y testimonios sobre los estragos que provocan las manipulaciones publicitarias del cuerpo y la imagen. Y por eso creó junto a su mujer, Eva, la iniciativa en favor de una Ley de Autoestima.

Esa propuesta de ley aún no tiene un texto concreto, pero tiene una importante finalidad. "Necesitamos que el Gobierno federal obligue a los medios de comunicación y a las empresas publicitarias a que revelen la verdad, en etiquetas, sobre hasta qué punto se ha manipulado la forma humana en sus fotografías", añade. "Nos debería quedar claro ya que las empresas de publicidad no lo van a hacer por sí mismas". Matlins utiliza un ejemplo bastante elocuente para ilustrar su petición: "Cuando vemos un anuncio de coches en televisión, hay un pequeño mensaje en el que se advierte que se ha rodado en un circuito cerrado y que el automóvil lo ha manejado un conductor experto. A nadie se le ocurriría probar esos derrapes y esos giros por la calle. Pues lo mismo debería suceder en el sector de la belleza, que mueve 20.000 millones de dólares [unos 15.000 millones de euros] al año en EE UU".

De momento, los Matlins han obtenido una respuesta positiva por parte de tres senadores: Barbara Boxer, de California, y Charles Schumer y Kirsten Gillibrand, de Nueva York. Los tres son demócratas. No es que la suya sea una causa muy popular en Washington. En época electoral, y fuera de ella, algunos candidatos con prominencia y dinero recurren también al Photoshop. El año pasado, la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (71 años), fue portada de la revista Capitol File. Posando ante la sede del Congreso, aparecía sin ninguna arruga y sin ninguna expresión facial, salvada del paso del tiempo por el aerógrafo. Lo mismo sucedió con Michelle Obama (47) en una portada de la revista New York de 2009. La imagen parecía extraída de un cómic, más que de la vida real. Y cuando en 2008 el candidato a la presidencia John McCain (75) apareció en la portada de la revista The Atlantic al natural, con todos sus pliegues y arrugas, muchos de sus partidarios consideraron que se había cometido una injusticia en su contra, al mostrar los efectos de su verdadera edad. Tal es el poder de Photoshop y otros programas similares: su ausencia, a veces, se considera un insulto.

El año pasado, Anna Wintour (62 años), la directora de Vogue, la revista de moda más influyente del mundo, defendió en un discurso en la Universidad de Harvard el uso del Photoshop. Aseguró, sin embargo, que en su empresa se emplea únicamente para corregir imperfecciones de la piel, y nunca para adelgazar a las modelos. La actriz Emily Blunt (28) pidió públicamente en una entrevista concedida al diario Los Angeles Times que no la adelgazaran en las fotos. "Odio cuando te estiran las piernas y te las hacen tres veces más largas de lo que deberían ser. Pueden levantarte los pezones si llevas una blusa transparente. Pueden alzarte el trasero... Pueden hacer cualquier cosa. Entiendo que corrijan cosas como sombras, algo normal después de una sesión fotográfica, pero es muy injusto que presenten una imagen corporal que no es real. Los espectadores van a ver nuestros cuerpos en las películas, así que, ¿por qué esconder los defectos en una foto?".

Con el sistema de medición del doctor Farid, las protagonistas podrían negarse a que las manipulen hasta extremos grotescos, como los de las campañas de Ralph Lauren. Podrían pedirle al editor fotográfico: "Déjeme en un uno, porque no quiero ser un cinco". Sería, además, una forma eficiente de establecer unos parámetros científicos y claros para que un consumidor sepa que, si una crema anuncia "luz radiante desde el interior" o "difusión natural de las arrugas", pero la foto que acompaña al anuncio lleva adjunto un número tres, cuatro o cinco, es más que probable que sea publicidad engañosa o, incluso, pura ficción.

¿Fue Neruda asesinado?


El chófer del Premio Nobel de Literatura sostiene que el poeta murió por una inyección letal, y no a causa del cáncer que padecía. Un juez estudia la posible exhumación del cuerpo


El certificado de defunción de Pablo Neruda indica que falleció por cáncer de próstata el 23 de septiembre de 1973, 12 días después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende. Es lo que ha quedado establecido en la historia oficial. Pero no es la versión que defiende Manuel del Carmen Araya Osorio, chileno, taxista de 65 años y chófer personal del poeta durante sus últimos meses de vida. Este hombre sostiene que el premio Nobel de Literatura fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet.

"Después del 11 de septiembre, el poeta iba a exiliarse a México junto a su esposa Matilde. El plan era derrocar al tirano desde el extranjero en menos de tres meses. Le iba a pedir ayuda al mundo para echar a Pinochet. Pero antes de que tomara el avión, aprovechando que estaba ingresado en una clínica, le pusieron una inyección letal en el estómago", dice Araya, convencido.

La primera vez que su testimonio se difundió en un medio de comunicación fue en la revista mexicana Proceso, en mayo pasado. Tras la publicación, el Partido Comunista de Chile, en el que militaba Neruda, entabló una querella para esclarecer las causas de su muerte. La justicia acogió la demanda. El juez Mario Carroza, que ha liderado investigaciones relevantes sobre derechos humanos en este país, abrió la causa hace cinco meses. Ya tiene dos tomos de 500 páginas. En el piso 14º de un edificio del centro de la capital chilena señala "la existencia de elementos que permiten determinar que existen grados de veracidad en el relato de Araya". Hoy por hoy estudia la posibilidad de exhumar el cuerpo para esclarecer el caso.

Estamos en noviembre, es una mañana de sábado primaveral en San Antonio, un puerto grande y poco moderno a 109 kilómetros al oeste de Santiago. El chófer de Neruda vive en esta ciudad costera junto a su madre de 80 años. Puesto que la mujer teme por la seguridad de su hijo tras haber denunciado el asesinato, la entrevista se realiza en la vivienda de un pescador amigo de la familia. Una pintura de Allende cuelga de una pared. "Es mi Dios", explica la dueña de casa. Araya, vestido con un traje sencillo e impecable, rememora los hechos con nitidez: "No hay día en que no recuerde lo que ocurrió hace casi cuatro décadas".

Hijo de un humilde matrimonio campesino que tuvo 13 hijos, cuenta que se convirtió en secretario personal del poeta a los 26 años: "El partido comunista, donde yo militaba desde muy joven, me asignó en noviembre de 1972 la misión de cuidar de Neruda. Él acababa de regresar a Chile tras renunciar a la Embajada de Francia por su enfermedad". El veinteañero se trasladó a la casa del poeta y de su mujer en Isla Negra, una pintoresca localidad costera cercana a Santiago. En esa vivienda, hoy convertida en un museo, también vivía la hermana de Neruda y otros tres empleados.

En esos meses se convirtió en el hombre de confianza del escritor: le compraba la prensa y le servía el desayuno, vagabundeaban juntos por mercados y casas de antigüedades y lo trasladaba a donde fuera preciso en un coche de marca Citroën.

Araya relata que el cáncer jamás le impidió a Neruda hacer vida normal: "Pesaba cerca de cien kilos. Recibía y visitaba a sus amigos intelectuales y políticos. Y nunca dejó de escribir. Eso no hubiese sido posible estando grave". De hecho, el poeta terminó sus memorias Confieso que he vivido el 14 de septiembre de 1973, nueves días antes de su muerte. "Escribo estas rápidas líneas de mis memorias a solo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte a mi gran compañero el presidente Allende", señaló en su último texto. Lo hizo pese a la presencia de militares y marinos que tras el golpe de Estado tomaron su casa. Neruda era amigo y uno de los férreos partidarios del Gobierno de Allende.

Según la querella presentada en mayo pasado por el Partido Comunista Chileno, al principio hicieron circular la versión de que el poeta estaba grave por motivos de seguridad. "Para tratar de protegerle", señala el escrito, "se hizo público que estaba más delicado de salud que lo real".

El entonces presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, mandó a su embajador en Chile el 16 de septiembre para que ofreciera asilo al escritor y a su esposa. Neruda aceptó la oferta. Manuel Araya sostiene que "fue entonces cuando se organizó un operativo para trasladarlo desde Isla Negra a Santiago, donde ambos se iban a embarcar. Para resguardarlo, Neruda viajó en ambulancia el día 19. Iba acompañado de su señora. Yo, de cerca, los seguía en un Fiat 125. El trayecto, que normalmente se realizaba en dos horas, se prolongó hasta seis. Los militares nos detenían una y otra vez en búsqueda de armamento. Fue muy humillante".

Neruda ingresó ese mismo día en la clínica Santa María de la capital chilena. Según Araya, se hizo así para esperar en paz la salida a México. Según Gonzalo Martínez Corbalá, que fue embajador mexicano en Chile, la salida del país estaba programada para el 22 de septiembre. "Pablo aceptó hasta el punto de que me dieron sus maletas y las de Matilde, y un paquete con el manuscrito de Confieso que he vivido, escrito con la tinta verde que usaba", señaló el exdiplomático en una entrevista reciente concedida al periódico La Jornada. El día previsto, sin embargo, cuando fue a buscarlos al hospital para dirigirse al aeropuerto, Neruda le pidió que pospusieran el viaje para el día 24. No le dio razones.

Esta conversación, sostenida un día antes de la muerte de Neruda, se ha convertido en un hecho clave para los querellantes. Argumentan que si en verdad hubiese estado tan grave, no podría haber charlado largamente con el mexicano. Martínez Corbalá señaló que Neruda no estaba en estado catatónico: "Hablaba con toda normalidad". Pero a diferencia de lo que señala el chófer, indicó que el escritor ya no se podía ni mantener en pie.

Manuel Araya recuerda que el 23 de noviembre, el escritor le pidió a él y a Matilde que viajaran a Isla Negra. El escritor quería que rescataran algunos objetos personales que pretendía llevarse a México. "A eso de las cuatro de la tarde, mientras guardábamos las cosas, recibimos una llamada telefónica. Era Neruda. Nos pidió que regresáramos de inmediato a Santiago porque se sentía muy mal. Dijo que, mientras dormitaba, un médico había entrado a su habitación y le había puesto la inyección. Regresamos de inmediato a la clínica. Lo encontramos afiebrado, rojo, hinchado".

El chófer relata que, en ese instante, uno de los médicos se le acercó para pedirle que saliera de la clínica para comprar un fármaco necesario para el poeta. "Me dijeron que no iba a encontrar el medicamento en el centro y que debía ir a la periferia de la ciudad. Aunque me extrañó, seguí las instrucciones. Estaba en juego la vida de Neruda", explica Araya. En medio del desplazamiento, dos coches interceptaron su vehículo. Un grupo de hombres lo sacaron a la fuerza. Lo tiraron al suelo y lo patearon. Le pegaron un balazo por debajo de la rodilla. "Todavía conservo la marca de aquella herida", dice levantándose el pantalón. Luego lo llevaron al Estadio Nacional, uno de los centros de detención y tortura instalados por la dictadura.

Según lo que ha establecido el juez Carroza en su investigación, Araya salió de la clínica por orden de Matilde Urrutia y no del médico. El objetivo era comprar agua de colonia para hacerle fricciones al poeta en sus piernas, que a sus 69 años sufría de gota. El magistrado, no obstante, confirma que Araya fue apresado, tal y como relata, ese día y a esa hora. Años después, la viuda del poeta mencionó este episodio en sus memorias Mi vida junto a Pablo. "Ya se acercaba la tarde y mi chófer no había aparecido (...) Él había desaparecido con nuestro coche y con él yo perdía la única persona que me acompañaba en todas las horas del día".

A las 22.30 de ese 23 de septiembre, el poeta Pablo Neruda fallecía en la clínica Santa María. La prensa local informó de que había muerto por un shock sufrido tras una inyección. Manuel Araya se enteró del deceso del poeta varios días después, en prisión. Cuando lo dejaron libre, a fines de octubre, pesaba 33 kilos.

-¿Por qué tardó 38 años en denunciar el presunto asesinato?

-Durante todo este tiempo toqué mil puertas y nadie me quiso escuchar. Tras el retorno a la democracia, fui muchas veces al Partido Comunista de Chile. Pero nunca me hicieron caso. Lo único que quiero es que el mundo sepa que Neruda fue asesinado.

Matilde Urrutia, fallecida en 1985, se refirió en varias ocasiones a la causa de la muerte del poeta. En una entrevista concedida al diario español Pueblo, publicada el 19 de septiembre de 1974, dijo que "la verdad única es que el duro impacto de la noticia (del golpe de Estado) le causó que días más tarde se le paralizase el corazón. El cáncer que padecía estaba muy dominado y no preveíamos este desenlace tan repentino. No alcanzó ni a dejar testamento, pues la muerte la veía aún muy lejos".

Rodolfo Reyes, sobrino del poeta y representante legal de los herederos, ha señalado que apoya la investigación que lleva a cabo la justicia. Lo secunda el presidente del partido comunista, el diputado Guillermo Teillier: "Pinochet cometió crímenes contra personas que podrían hacer daño a la dictadura desde el extranjero. En 1974 asesinó al general Carlos Prats en Buenos Aires. En 1976, al canciller Orlando Letelier en Washington. Y el poeta habría sido un formidable representante de la resistencia". La Fundación Neruda, sin embargo, ha negado la hipótesis del homicidio: "No existe evidencia alguna ni pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba", señaló un comunicado recientemente difundido.

El juez Mario Carroza, tras meses de investigación, determinó judicialmente en julio pasado que el expresidente Salvador Allende se suicidó en La Moneda. Hoy en día lleva adelante la causa por la muerte del general Alberto Bachelet, padre de la expresidenta de Chile, que falleció en 1974 tras ser torturado por sus propios compañeros de armas. Respecto al caso Neruda, el magistrado ha interrogado a numerosos testigos, entre ellos al propio Manuel Araya. En los próximos días prestará declaración el entonces embajador de México en Chile y el médico Sergio Draper, quien atendió al escritor en la clínica Santa María el día de su muerte.

Además de los interrogatorios, Carroza y sus equipos han intentado reconstruir el historial médico de Neruda. Lo han hecho en Chile y en Francia, donde se le trató por primera vez el cáncer. La clínica donde falleció, sin embargo, explicó que no conserva la ficha del escritor "atendido el tiempo transcurrido". Como sea, el juez intenta tener la mayor cantidad de antecedentes posibles para que el Servicio Médico Legal determine si hay necesidad de exhumar el cuerpo. "Los restos del poeta ya están reducidos", explica Carroza. "Si consideramos además el tiempo que ha transcurrido, es necesario establecer muy bien si este procedimiento nos va a entregar alguna evidencia explícita".

-¿Existen posibilidades de que nunca se sepa cómo murió Neruda?

-Podría ocurrir.

Otra causa abierta por la muerte del expresidente Frei

Eduardo Frei Montalva gobernó Chile entre 1964 y 1970. Aunque nunca fue partidario del Gobierno socialista de Salvador Allende, en los años ochenta Frei era una de las principales figuras de la oposición a Augusto Pinochet. En enero de 1982, cuando contaba con 71 años, ingresó en la clínica Santa María para someterse a una cirugía digestiva menor. Pero no salió con vida: el día 22 falleció inesperadamente.

Durante muchos años se creyó que había muerto a causa de un shock séptico tras la operación. En 2009, sin embargo, la justicia chilena determinó otra cosa: Frei Montalva fue envenenado con talio y bacterias por los servicios de seguridad de la dictadura mientras estaba hospitalizado. "Hubo una maniobra orquestada para eliminar a enemigos políticos de forma encubierta. No había ni homicidios ni desapariciones forzadas de por medio, ya que la idea era que ni las víctimas ni sus familias se dieran cuenta de que eran objetos de un ataque", explica el abogado de la familia Frei, Juan Pablo Hermosilla.

En este caso ya hay seis procesados y la investigación se halla en etapa de sumario. Según Hermosilla, la causa se podría cerrar en unos seis meses.

En el caso Neruda, el juez Mario Carroza también solicitó a la clínica Santa María los expedientes médicos del poeta. La institución, sin embargo, se excusó de no entregar la información argumentando que los hechos ocurrieron en 1973. "Al parecer muchos antecedentes fueron destruidos", señala el magistrado.

El abogado Eduardo Contreras, representante del partido comunista, cree que "la negativa de la clínica levanta una fuerte sospecha de complicidad o encubrimiento. En el mismo lugar mataron al expresidente Frei. Todo es muy sórdido".

Pero ¿es posible que, dadas las semejanzas, haya conexiones entre ambas muertes? El abogado de los Frei dice que es necesario ser cauteloso: "Hay ciertas similitudes entre los casos, pero es preciso ser responsables y no especular hasta que se decreten las verdades judiciales".

¿Pero la sanidad no es universal?


Más de 25.000 personas carecen de cobertura médica por haber agotado el paro - El problema aumenta al ritmo del creciente desempleo en espera de la nueva ley


El día que Paula S. supo que carecía de cobertura médica se quedó estupefacta. Esta catalana de 33 años acudió a un centro de salud madrileño a solicitar la tarjeta sanitaria como desplazada cuando le dijeron que la Seguridad Social le había dado de baja. "Hacía un tiempo que no trabajaba, había estado estudiando en Madrid y en ese periodo mi prestación por desempleo se agotó", cuenta. En ese momento se enfadó. "¿Pero la sanidad en España no era universal? Les pregunté de todo, la verdad es que no daba crédito, no entendía nada", explica. En el centro de salud le dijeron que debía ir a la Seguridad Social para verificar su caso, pero que si se le había acabado el paro no le serviría de mucho. Lo más sencillo, le dijeron, era que se asociase a la tarjeta sanitaria de algún familiar. "Así lo hice; 10 años después de irme de casa me puse como beneficiaria de mi padre", cuenta.

A Paula su caso le pareció insólito. Sin embargo, cada vez son más las personas que se encuentran en su situación: desempleados que han dejado de percibir el subsidio, afiliados a colegios profesionales (como abogados o arquitectos) o personas que nunca han cotizado en España. La tan publicitada universalidad de la sanidad pública no lo es en realidad. Tiene un agujero por el que se escapan unos 300.000 ciudadanos, según fuentes de la Seguridad Social. Y al alza. Hace un año, el Ministerio de Sanidad los cifraba en 200.000. Una subida ligada al incremento de personas que han perdido la cobertura por desempleo, y cuya cifra ha alcanzado esta semana su nivel máximo desde el inicio de la crisis: el 32,3% de los parados que han trabajado.

Así, ahora mismo 1,35 millones de personas carecen de cobertura por desempleo a escala nacional. Aunque eso no quiere decir que a todos les falte la asistencia médica. Muchos reciben algún tipo de ayuda autonómica o figuran como beneficiarios de la cartilla de otro familiar. "Descontando a las personas que pueden estar cubiertas por otras vías, calculamos que hay entre 25.000 y 40.000 afectados reales", explica Francisco Valero, director general de Ordenación Profesional y Cohesión del Sistema Nacional de Salud.

Hasta el 1 de enero de 2012 -fecha en que la Ley General de Salud Pública universaliza por fin la asistencia sanitaria- estos ciudadanos sin empleo y sin cobertura sanitaria tienen tres opciones: solicitar la cobertura para personas sin recursos, inscribirse como beneficiaros de algún familiar o pagar su asistencia y sus fármacos. Esta última es precisamente la fórmula que le ofrecieron a la gallega Mercedes Amaral, enferma de depresión. Una opción "imposible" para esta camarera de 28 años que agotó su prestación por desempleo hace ya uno. "A principios de noviembre fui a pedir cita con el médico y me dijeron que llevaba semanas con la tarjeta bloqueada. Me comentaron que tenía la primera consulta gratis, pero que las siguientes debía pagarlas", relata. De su ambulatorio de A Coruña fue directa a poner una queja en atención al paciente. Y desde entonces su caso no ha dejado de dar vueltas por la administración gallega donde le explicaron, después de mucho preguntar, que debía solicitar una tarjeta especial para personas sin recursos. Así lo hizo, pero a pesar del trámite no recuperó la asistencia sanitaria hasta el viernes.

Ha estado un mes sin poder ir al médico y afrontando el coste de sus fármacos. Tiempo durante el cual el Servicio Gallego de Salud, a pesar de las evidencias, negó el bloqueo de su tarjeta y la de otras personas en su situación; aunque culpó de su desactivación después al Instituto Nacional de la Seguridad Social. El viernes, sin embargo, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo (PP), admitió que todo podía deberse a cierta "descoordinación" entre su administración y el Ministerio de Trabajo.

El problema de origen de este conflicto que deja sin paraguas sanitario a miles de personas como Amaral data, sin embargo, de hace mucho más tiempo. En concreto 25 años. A pesar de las reformas, la sanidad pública -ahora gestionada por las comunidades autónomas- heredó de la antigua Seguridad Social el vínculo entre el derecho a la asistencia médica y el empleo y la cotización -aunque incluyó a las personas sin recursos en 1990-. Así, el derecho a la asistencia sanitaria sigue sin estar ligado ni a la ciudadanía ni a la residencia legal. Solo lo está al trabajo. Esto explica que carezca de sanidad pública gratuita todo aquel parado sin prestación y con algún tipo de renta o propiedad, algo que no se corregirá hasta el mes que viene. Una demora "incomprensible" para José Manuel Freire, profesor de la Escuela Nacional de Sanidad y consejero de Salud del País Vasco entre 1987 y 1991. "Se llevaba hablando de arreglar esa carencia desde 1990 y se ha hecho ahora, cuando los parados sin prestación se cuentan por miles, y en el último penalti, con la Ley de Salud Pública", critica.

Queda un mes para la entrada en vigor de la esperada norma. Mientras tanto, aclara el director general de Cohesión del Ministerio de Sanidad, todos aquellos desempleados sin subsidio que tengan rentas superiores al Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples (IPREM) -lo que sustituye al salario mínimo interprofesional y que está en unos 7.000 euros al año- carecen de prestación asistencial, salvo urgencias, y tienen que pagar el precio completo de sus fármacos si su comunidad no ha fijado una regulación especial. "Estamos hablando de un colectivo pequeño de afectados, pero reconocemos que es un drama familiar. Por eso modificamos el sistema", observa Valero.

Alberto C. y su familia no se fían de que su problema tenga fecha de caducidad. Este murciano de 42 años se quedó sin prestación por desempleo hace un mes. Poco después, tras solicitar un cambio de médico para su hija pequeña, que debía pasar del pediatra al de cabecera, le llamaron de su ambulatorio para decirle que ni él ni su esposa, también parada y beneficiaria de su cartilla, tenían ya derecho a asistencia sanitaria. "Yo tenía cita con el especialista el viernes, y no fui. Tengo miedo de que me cobren", cuenta su mujer, María José, de 40 años.

A esta familia, que regentaba un bar, no siempre le ha ido mal. En la época de vacas gordas pudieron comprar un piso y un pequeño apartamento en la playa. También guardar unos "ahorrillos" que ahora administran con miedo a lo que pueda venir. Ese escenario, explican, les dificulta ahora enmarcarse como personas sin recursos, a pesar de que no tienen ningún ingreso.

Pero esa es la opción que las autoridades murcianas les propusieron. Y eso, o que se diera de alta con algún familiar, fue también lo que le ofrecieron a Emilio M. R., boliviano de 50 años, cuando acudió al ambulatorio con la carta que el Servicio Murciano de Salud le envió hace unos días. En ella le comunicaban el "cese del derecho a la asistencia sanitaria". El documento, remitido a decenas de inmigrantes residentes en Murcia -unos 400 según el PSOE-, exponía que se le había dado de alta "de forma irregular" como extranjero sin recursos. "La verdad es que no sabía qué hacer. Me asusté. Tengo hipertensión y necesito revisiones médicas. Yo no tengo dinero para pagarlas", explica.

Pese al aumento de casos en esa comunidad y las denuncias públicas de los afectados y del PSOE de Murcia, el Gobierno de Ramón Luis Valcárcel (PP) insiste en que ningún ciudadano de la región carece de cobertura sanitaria. Aseguran que solo enviaron un puñado de misivas y únicamente a los extranjeros en situación irregular para evitar el fraude. Una explicación que no convence a Teresa Rosique, parlamentaria socialista. "No sé si se está haciendo para ahorrar o por discriminación, pero la actuación de las autoridades es lamentable", reprueba.

El director general de Cohesión del Sistema Nacional de Salud, sin embargo, explica que aunque situaciones como las que se están dando no son "deseables, sí se ajustan al ordenamiento jurídico". No serán legales, eso sí, dentro de un mes. El 1 de enero de 2012 el Sistema Nacional de Salud tendrá que asistir a todos los parados que han agotado la prestación -para los afiliados a colegios profesionales habrá que esperar a junio, y aún está por ver si deberán afrontar algún cargo-. La medida costará unos 100 millones de euros. "Esperemos que todo vaya bien, que las comunidades agilicen los trámites y que circunstancias que debieron corregirse hace mucho tiempo lo hagan", plantea José Manuel Freire.

No parece, sin embargo, que las administraciones autonómicas tengan mucha prisa para resolver estas situaciones. La Seguridad Social ha ofrecido a las comunidades un acuerdo para facilitarles el acceso a sus bases de datos de forma que los trámites que deban iniciar los afectados sean más breves. Ninguna, asegura una portavoz de este organismo, ha contestado aún a la oferta.

Hacia una atención para todos


- Paraguas sanitario. El sistema público de salud no cubre a unas 300.000 personas: parados sin subsidio, afiliados a colegios profesionales o personas que nunca cotizaron.

- Nueva ley. La extensión de la sanidad pública gratuita para los parados de larga duración que han agotado el subsidio se hará efectiva el 1 de enero de 2012, gracias a la Ley General de Salud Pública, aprobada en julio por el Congreso. La medida costará, según el Ministerio de Sanidad, unos 100 millones de euros. Hasta entonces, los afectados solo tienen derecho a la gratuidad en la asistencia de urgencias.

- Segunda oleada. Los afiliados a colegios profesionales -como arquitectos o abogados- y que disponen de otro tipo de cobertura tendrán que esperar hasta junio. Entonces se decidirá si deben aportar algo para acudir a la sanidad pública.

- Opciones. Hasta el 1 de enero, los parados de larga duración que agotaron su prestación tienen tres opciones para acceder a la asistencia pública: solicitar la cobertura como persona sin recursos, inscribirse como beneficiaros de la cartilla de un familiar (cónyuge, ascendiente o descendiente), o pagar sus visitas.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Hundió la música y ahora quiere salvarla


En 'La red social' fue retratado como el malo de la película. Antes de cofundar Facebook, Sean Parker trajo la ruina a las discográficas con Napster, el primer sistema de descargas ilegales. Hoy quiere limpiar su imagen lanzando Spotify en EE UU


"Un millón de dólares no es guay. ¿Sabes qué es guay? ¡Mil millones de dólares!". Esta podría ser la frase más célebre de Sean Parker, el hombre que con 19 años puso la industria musical patas arriba con Napster -el primer sistema global de intercambio de archivos mp3-, antiguo presidente de Facebook y uno de los principales responsables del desembarco de Spotify en EE UU. El problema es que la frase en cuestión jamás salió de su boca. La escribió Aaron Sorkin para que la soltara Justin Timberlake en su papel de Sean Parker en La red social, el filme dirigido por David Fincher sobre el nacimiento de Facebook.

El retrato que de él firmó el guionista de El ala oeste de la Casa Blanca, quien lo presenta como un vividor con tendencia a la hipérbole y la manipulación, fue la gota que colmó el vaso. Parker dio un paso el frente. Debía restituir su imagen. Después de un pase privado de la cinta -que terminó con gritos, insultos y butacas destrozadas-, desoyó a sus más allegados, que le aconsejaban que tomara medidas legales contra Sorkin, y decidió emprender él solo una campaña mediática para convencer a la opinión pública de que seguía siendo el milmillonario más guay.

Durante una década, Parker, de 31 años, había sido ese hacker con buen olfato para las ideas con potencial revolucionario sobre el que circulaban infinidad de rumores sobre excesos, reuniones canceladas por resaca y novias trofeo. Este chaval de Virginia que jamás fue a la universidad era la estrella que Palo Alto (California) necesitaba producir para convencernos de que la tecnología era el nuevo rock and roll.

Él era ese genio de Silicon Valley que jamás saldría en la lista de los peor vestidos de ninguna revista de moda. Un retrato maléfico en una película de éxito no podía acabar con diez de construcción del personaje. "Siento que la prensa me presiona para que colme las expectativas creadas en el filme. Incluso si organizo una pequeña reunión, la gente cree que aquello va a ser un fiestón salvaje", declaraba al salir de una fiesta de disfraces a la cual había acudido junto a la que es actualmente su esposa, Alexandra Lenas. Él, vestido de Justin Timberlake. Ella, de Britney Spears.

Empezó a conceder entrevistas y a pasearse por los platós. Almorzó con el Financial Times y salió en portada de Vanity Fair. Los primeros le retrataron como un bon vivant con tendencias psicóticas, capaz de pasarse horas hablando de la morfología del menisco -para justificar una lesión en la rodilla que sirvió para cancelar la primera cita con la publicación-, de las virtudes de la uva nebbiolo o del sabor de la trucha ahumada servida en el restaurante de Manhattan con dos estrellas Michelin donde tuvo lugar la comida y del que Parker es habitual, hasta el punto de que el servicio sabe que es alérgico a los frutos secos.

Los segundos trataron de ahondar en sus turbulentos orígenes y lo único que sacaron fue un relato de tintes mitológicos sobre su arresto por parte del FBI. Aún estando en la escuela, el chico burló el sistema de seguridad de varias webs, de las que no pudo salir porque su padre, enfadado por sus malas notas, entró en ese momento en su habitación y le tiró el teclado por la ventana. Detectaron su IP y fueron a buscarlo a clase, en una escena que parece sacada del filme Juegos de guerra. Nada tampoco sobre su detención por posesión de cocaína durante unas vacaciones en Carolina del Norte, que propició su salida del organigrama de Facebook -sus allegados aún afirman que fue la excusa que buscaban los inversores para deshacerse de él-, ni sobre sus donaciones a favor de su campaña para legalizar la marihuana en California, ni sobre sus pleitos con Metallica y la industria del disco.

En vez de un rebelde y un visionario, Parker parecía otro joven millonario malcriado. Un día, el New York Post le acusaba de darle una propina de solo cinco dólares a alguien en una discoteca. Al poco, él aparecía dándole una de 5.000 a una camarera en una coctelería de San Francisco. Si montaba una fiesta en Hollywood, era eclipsado por Mark Zuckerbeg, junto al que se le vio a mediados de octubre -ambos en un considerable estado de embriaguez- discutiendo acaloradamente sobre si los usuarios de Spotify en EE UU deberían estar obligados a acceder a través de su cuenta de Facebook.

Cuando se le veía en el festival Coachella, no era rodeado de bandas alternativas, sino en el backstage agasajando a actores con cuencos de caviar. En vez de un submarino rebelde en un mundo de millonarios, se había convertido en el accesorio preferido de las celebridades. Estaba instalado en pleno eje del mal. Incluso se había hecho íntimo de la esposa de Sting y del tipo que descubrió a Justin Bieber. Todo parecía indicar que aquella frase del filme, que jamás dijo pero por la que siempre se le recordará, no era del todo cierta: tener mil millones, o al menos lo que hacía Parker con ellos, ya no es guay.

Los ricos de Silicon Valley también lloran

La fortuna de Sean Parker se calcula en 2.100 millones de dólares. Posee una mansión en el Greenwich Village valorada en 20 millones. Cuenta con el 4% (500 millones de dólares, aproximadamente) de Facebook y los derechos para Spotify en EE UU, donde ha desembarcado este verano. Junto a Shawn Fanning, el creador de Napster, acaba de lanzar Airtime, una red social que promete ser una versión mejorada del célebre Chatroulette, y es socio director de la empresa de inversiones Founders Fund. "Realmente, creo que Sean va a arrancar, al menos, cinco empresas millonarias y revolucionarias más antes de retirarse", comentaba Ron Conway, amigo de Parker y acaso el 'business angel' más célebre de Silicon Valley. Pero la suerte de Parker parece haberse esfumado. Cuando el movimiento Ocupa Wall Street empezó a tomar las plazas y las calles de EE UU, Parker ocupaba la portada de la revista 'Forbes'. Inmediatamente, se convirtió en objeto de ira del segmento de la población al que más anhelaba caerle bien. "Realmente, me estáis atacando por pertenecer a ese 1%", escribía en su recién estrenada cuenta de Twitter (su primer mensaje en esta red social fue de irónicas disculpas a Zuckerberg). Y seguía con otro tuit: "Pues tengo toda una nueva colección de problemas con los que lidiar: seguridad, intentos de extorsión, amenazas de secuestro y de muerte... ¿Era mejor mi vida antes?".

"¡Señor Sinatra, no puede tratarme así!"


Los hijos de Frank Sinatra la desprecian, pero los dos tópicos —trepa y rubia tonta— adheridos a su viuda, barbara, son difícilmente compatibles. Una autobiografía relata los modos despóticos y delirios de grandeza del mítico ‘crooner’, convencido incluso de ser capaz de mediar en la guerra del golfo


Esta es una historia de superación: la chica de un pueblo perdido de Misuri que asciende a esos enrarecidos círculos donde los entretenedores se codean con monarcas y políticos dispuestos a relajarse. Como resulta obligado, la protagonista debe superar dolorosas pruebas: un matrimonio juvenil fallido, una etapa turbulenta en Las Vegas como chica de revista, un hijo rebelde, otra boda infeliz con un millonario que además fue brevemente uno de los Hermanos Marx. Cuando irrumpe Frank Sinatra, la existencia de Barbara Blakeley (1926) se hace vertiginosa.

Dos tópicos se han adherido a la figura de Barbara: la trepa y la rubia tonta. Esos estereotipos son incompatibles. Y desde luego, no se manifiestan en Lady Blue Eyes: my life with Frank Sinatra, el libro que ella ha publicado este año. Buena parte del texto está consagrado a la convivencia con Zeppo Marx, el hermano más joven que se alejó de los escenarios y se hizo rico con inventos mecánicos.

Cuando se casaron (1959), ella tenía 32 años; Zeppo, 58... y muchas manías. Medio sordo, toleraba mal la presencia de niños. Se reconocía viciado con el juego: alardeaba de haber perdido seis millones de dólares en una noche desafortunada. Sin embargo, era tacaño y enormemente celoso, aunque él sí se permitía juergas: Barbara cuenta una visita por sorpresa a su yate, donde se encuentra una fiesta a todo tren y una señorita en biquini que se presenta como la anfitriona.

AMAR EN EL MEDITERRÁNEO

Barbara no se plantea problemas morales cuando llega la tentación. Frank es vecino en Palm Springs, la corteja con insistencia y, demonios, ¡es Sinatra! Sabe hacer las cosas: están de vacaciones en Montecarlo y suben a su suite. Grandes vistas, decoración rococó, música clásica de fondo: "Frank sirvió champán y brindamos por nosotros. Dejamos las copas, nos acercamos y él me envolvió en el abrazo más tierno. Unas horas más tarde, mirábamos cómo el amanecer se colaba a través de las ventanas y nos apretamos aún más...".

Aunque técnicamente es un adulterio, toda la high society acepta la relación. Solo Groucho Marx se atreve a encararse con Sinatra: "¡No necesitas a Barbara, deja que vuelva con Zeppo!". Frank se calla, algo inhabitual. Barbara ha visto en directo su ira. Estrella los platos de los restaurantes si la comida no está a su gusto, abronca a los colaboradores por cualquier despiste. No tolera a las mujeres que aguantan mal la bebida, pero él mismo es un peligro cuando se emborracha, "un caso de Dr. Jekill y Mr. Hyde". Arremete contra todos, y la propia Barbara aprende a refugiarse en casas ajenas cuando se pone amenazador.

Frank regala espléndidas joyas ("tenía buen ojo para las piedras"), pero el romanticismo no basta a según qué edad. En 1976, Barbara tiene que romper con él para lograr que dé el gran paso: "O nos casamos, o me pierdes". Él acepta con modales de buey testarudo: se niega a verbalizar una propuesta de matrimonio y su oferta final consiste en dejar caer un anillo de compromiso en una copa de champán.

Para entonces, Barbara ya conoce la trastienda. Ha estado a su lado durante los dos años de su retiro y entiende que quiera volver a los escenarios. Aunque en gira, Frank puede ser una pesadilla. De visita a Australia, logra poner al país entero en su contra: le montan una huelga y consigue escapar a las bravas; su piloto despega ignorando las ordenes de la torre de control de Sidney.

'JET-SET' DE DICTADORES

A su debido tiempo, Barbara averigua una posible razón de sus arrebatos: Sinatra se marea en los coches y le atormenta cualquier desplazamiento que dure más de 15 minutos. Uno sufre cuando Barbara tiene que pastorearle hasta una recepción en la Costa Azul, con invitados como Juan Carlos I. Frank llega hasta la finca... y se vuelve sin bajarse. Barbara debe explicar que Frank, uh, tiene una migraña. Por cierto, Barbara relata otro encuentro en Mónaco: la madre del Rey de España, que solo habla de su hijo.

Frank tiene fantasías de grandeza. Cuando se pasa a los republicanos, espera conseguir el puesto de embajador estadounidense en Roma. Pero Richard Nixon está herido en el ala por el caso Watergate y ni soñar con sacar adelante ese disparate. Así que Frank se convierte en una especie de diplomático volante. Se entiende bien con los tiranos: actúa en Irán y el sah corresponde enviando regularmente kilos de caviar gris. En Egipto le contrata el presidente Anuar el Sadat: quiere que cante para su esposa. Allí ocurre un incidente que les debería haber prevenido contra los espejismos al estilo del mariscal Potemkin: Barbara sube sobre un camello que se desboca por el desierto hasta que el bicho decide parar. Frank le suelta todo tipo de inconveniencias al camellero. Este se indigna. Se quita los ropajes. Es un estadounidense con la cara pintada, disfrazado para protegerlos, y ha entendido el chorreo: "¡Señor Sinatra, no puede tratarme así!".

Lo hemos visto con demasiadas estrellas del rock como para que ahora nos sorprenda: Sinatra llega a creerse que puede arreglar el mundo con su toque mágico. En 1990 intenta parar la primera guerra del Golfo con sendas cartas a Sadam Husein y George Bush. Se queda muy asombrado de que solo Bush le conteste, con un mensaje protocolario. Sinatra está acostumbrado a tener el Gobierno federal a su entera disposición durante la era Reagan. Por cierto, Barbara se malicia de tantas atenciones: decide que, seguramente, Nancy Reagan anda colgada de Frank. A ver cómo se explican tantas invitaciones a reuniones en la Casa Blanca y tanta llamada de medianoche: "Creo que Frank prefirió ser su psicólogo en vez de su amigo íntimo".

SEXO, MAFIA Y ¿DROGAS?

Para las infidelidades, Barbara asume el consejo de una sabia vecina: "Sé agradable, sé dulce, sé adorable, pero mira hacia otro lado". No hay detalles, pero la viuda divide a las competidoras en tres categorías: las seductoras, las acosadoras y las simplemente locas. Estas últimas contribuyen a la paranoia de los Sinatra: ambos salen armados de casa.

Respecto a las acusaciones de relaciones impropias con la mafia, Barbara recuerda una evidencia: para alguien que comenzó en el negocio musical en los años treinta -y que luego frecuentaría Las Vegas- era inevitable al menos rozarse con los "chicos listos". Según Barbara, ella se esfuerza en mantenerlos alejados. Sin embargo, evoca una noche en Nueva York cuando entiende algo de la cambiante dinámica entre Frank y los mafiosos: son ellos los que desean rendir pleitesía al cantante emblemático, y eso incluye saludar respetuosamente a su última esposa.

Repudiando esa leyenda urbana que retrata a Sinatra como un oso hormiguero para la cocaína, Barbara asegura que se mantuvo distante de las drogas duras tras ver cómo destrozaron a su cantante favorita, Billie Holiday. Su principal adicción es el tabaco: fuma Camel sin filtro hasta el último día. De hecho, es enterrado con una cajetilla y un encendedor Zippo, como si no se fiara de los estancos del Más Allá.

EL CLUB DE BEBEDORES

Lady Blue Eyes: my life with Frank Sinatra no ganará ningún premio a la mejor biografía: básicamente, Barbara va enhebrando anécdotas. La redactora, Wendy Holden, tampoco se ha deslomado organizando la historia o chequeando los datos.

Lo que sí tenemos es, por ejemplo, una visión desoladora del estilo de vida de los millonarios en Palm Springs. Un carrusel de golf, tenis, caballos, partidas de cartas y, cómo no, alcohol. Frank establece categorías entre sus amigos. Están los que pueden beber cuando cae la noche pero se retiran pronto: Bing Crosby, Tony Bennett, Fred Astaire, Henry Ford. Y quedan los campeones del levantamiento de vidrios: Orson Welles, Robert Mitchum, John Wayne. Esos son los buenos, los que pueden aguantar hasta que amanece.

No debe extrañarnos que estos lagartos del desierto -Palm Springs puede ser un infierno- intenten hacerse perdonar mediante un calendario de cenas benéficas y competiciones caritativas. La idea de esforzarse en crear buen cine o grandes discos termina resultando una broma para un Frank Sinatra blindado por un séquito de sicofantes, correveidiles y siervos.

LA PACIENCIA ES RECOMPENSADA

Así se desemboca en su famosa exigencia de "una toma": lo máximo que concede a un director para cada escena en la que intervenga, lo que efectivamente le expulsa del mundo del cine. Así se van espaciando los discos, hasta terminar en el horror de los duets. A la vez, es capaz de sacrificarse en grandes palizas: contratado para cantar en Japón, viaja con su avión y vuelve la misma noche. Sin dejar de beber "lo correcto", que es Jack Daniel's, nos informa Barbara; los problemas comienzan cuando pasa a la ginebra.

El secreto del aguante de Barbara reside en su habilidad para leer sus estados mentales. Sabe desaparecer y manifestarse de nuevo para ejercer de consejera, psiquiatra, amante. Intuye su inseguridad esencial, esa aspiración a "tener clase". Antigua modelo, ella es experta en esos asuntos: está atendida por un ejército de peluqueros, manicuras, maquilladoras, entrenadores personales. La apoyan las esposas de sus amigos, contentas de que alguien sea capaz de domar al gran calavera.

Sencillamente, Barbara sobrevive a casi todo el Rat Pack. Según fallecen los fiesteros, ella impone sus reglas. Vuelven a Los Ángeles, se encastillan y ella decide quién puede o no ver a Frank... y hasta sus hijos pasan por ese filtro. Es su pequeña venganza. No está mal para una chica nacida en Bosworth (Misuri), 400 habitantes.

REBELIÓN CONTRA LA MADRASTRA

Para los hijos de Frank Sinatra -Tina, Frank Jr. y Nancy, en la imagen-, Barbara era una 'gold-digger', una buscadora de fortunas. Opinión compartida por parte del clan de Frank. La mañana del 11 de julio de 1976, unas horas antes de la boda, Mickey Rudin, el brazo legal de Sinatra, presentó por sorpresa un acuerdo prematrimonial. Nada sabemos de los detalles, pero ella firmó con los dientes apretados. Con todo, el matrimonio se sostuvo hasta el final; el testamento revela que, aunque Barbara no se llevó la parte del león, sus necesidades quedaron cubiertas. Su revancha consiste en ignorar a sus principales rivales: en 'Lady Blue Eyes' no hay una sola mención de Tina o Nancy Sinatra. Como si no hubieran existido. Pero ellas ganaron esa guerra: controlan los negocios del difunto, que 13 años después de su muerte generan millones de dólares al año.

CUESTIÓN DE PELUQUINES

Con pocas excepciones, Frank despreciaba a los periodistas. Cuando ya no procedían palizas e insultos, recurría a los tribunales: al saber que Kitty Kelley planeaba su biografía no autorizada, la demandó. No era sutil: enterado de que Barbara Walters acudiría a una fiesta de Kissinger en su honor, obligó al "querido Henry" a retirar la invitación a la entrevistadora de TV. Barbara Sinatra mantiene esa antipatía. En 'The New York Times' ha acusado a Gay Talese de inventarse detalles en su famoso 'Frank Sinatra está resfriado': Gay mentía al afirmar que una mujer cuidaba los tupés de Frank; siempre contrataba hombres para tan delicada labor. Talese tronó airado: cuando él escribió su reportaje (1966), Barbara no estaba allí; recuerda nítidamente a la dama que presumía de mimar los 60 peluquines de Sinatra.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Unas 1.400 ciudades de todo el mundo iluminan edificios contra la pena de muerte


"No hay justicia si no hay vida" ha sido el lema proyectado en el Ayuntamiento de Madrid.- Este miércoles se ha celebrado el aniversario de la primera abolición de la pena capital en el mundo, en el Gran Ducado de Toscana, en 1786


La fachada del Ayuntamiento de Madrid se ha iluminado de manera especial en la X Jornada Mundial de Ciudades por la Vida para exigir el fin de la pena de muerte en todo el mundo, al igual que edificios representativos de otras 25 localidades españolas y 1.400 de todos los continentes. "No hay justicia si no hay vida", es el lema que se ha proyectado sobre el Consistorio de Madrid y con el que ha terminado el manifiesto leído por la humorista Eva Hache delante del edificio.

El acto ha sido organizado por la Asociación de Laicos de la Iglesia Católica Comunidad de Sant'Egidio y Amnistía Internacional (AI), que pertenecen a la Coalición Mundial Contra la Pena de Muerte.

Entre las ciudades que tenían previsto unirse a este movimiento figuran Burgos, León, Málaga, Palencia, Santander o Sevilla, donde estaban anunciadas frases luminosas contra la pena de muerte en los respectivos consistorios. También, en la Torre del Rey Martí de Barcelona, la Alhóndiga de Bilbao, el Parlamento regional de La Rioja, la Iglesia de Santo Domingo de Murcia y el Teatro Campoamor de Oviedo.

El 30 de noviembre se celebra el aniversario de la primera abolición de la pena de muerte en el mundo, en el Gran Ducado de Toscana, en 1786. "Consideramos que la pena de muerte -señala el manifiesto- es la negación más extrema de los derechos humanos. Es un homicidio premeditado, a sangre fría, perpetrado por un Estado, pretendidamente en nombre de la justicia (...) Es arbitraria e irreversible y, dado que la justicia humana no es infalible, nunca podrá eliminarse el riesgo de ejecutar a una persona inocente'.

A finales de 2010, más de 17.000 personas esperaban a ser ejecutadas en los corredores de la muerte de todo el mundo, según los organizadores. No obstante consideran "imparable" el camino hacia la abolición total, dado que 96 países la han suprimido y no se aplica en la práctica en otros 34.

El portavoz de AI, Miguel Ángel Calderón, ha recordado que se han recogido ya decenas de miles de firmas para pedir a las autoridades japonesas la liberación de Iwao Hakamada, de 76 años, el condenado a muerte que más tiempo lleva esperando el cumplimiento de la sentencia en todo el mundo, desde 1968.

AI ha denunciado, además, que se condena a muerte a personas declaradas culpables por "confesiones" obtenidas "bajo tortura o coacción" en países como Arabia Saudí, China, Emiratos Árabes Unidos, Guinea Ecuatorial, Irán Japón, Sudán, Taiwán y Yemen, según el comunicado.

EE UU es el único país que permite la cadena perpetua para menores


Un informe de Amnistía Internacional revela que hay 2.500 personas en Estados Unidos condenadas a esta pena antes de cumplir la mayoría de edad.- La Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño lo prohibe expresamente


Este miércoles, Christie Cheramie, de 33 años, pidió a la Comisión de Indultos y Libertad Condicional del Estado de Luisiana que le concediera una nueva oportunidad para reinsertarse. Lleva en prisión desde 1994. Entonces, Christie tenía 16 años. Presionada por su exnovio, se autoinculpó de un crimen, un homicidio no premeditado. Luego renegó de su confesión. Se le aplicó una condena automática de perpetua sin condicional, algo que, aplicado a menores de edad, sólo es legal en Estados Unidos. Y probablemente tendrá que pasar el resto de su joven vida entre rejas, si el Tribunal Supremo no cambia las leyes.

En el mismo día en que Christie pidió clemencia a Luisiana, la organización Amnistía Internacional presentó un informe en el que revela que hay en EE UU 2.500 personas en esa misma situación: condenadas a perpetua cuando eran menores. Eso es algo que prohíbe expresamente la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, de 1989. Pero da lo mismo: hay dos países que no la han ratificado, y uno de ellos es EE UU (el otro es Somalia). En 2010, el Tribunal Supremo norteamericano decidió que la aplicación de esa condena a menores que no hayan cometido crímenes con resultado de muerte es un castigo "cruel e inusual".

Se sigue aplicando, sin embargo, en casos de homicidio. El pasado ocho de noviembre el Supremo anunció que volvería a considerar el asunto, para decidir si en esos casos es también un castigo improcedente. Se espera que llegue a una conclusión antes de verano de 2012. En esas audiencias, la máxima instancia judicial del país deberá decidir sobre casos como el de Christie, detenida en 1994 por el homicidio no premeditado de la tía abuela de su novio en Luisiana.

La pareja acudió a la casa de la anciana con la intención de robarle algo de dinero, según la confesión posterior de Christie. Una vez allí, su novio, Gene Mayeux, de 18 años, apuñaló a su tía abuela, que murió. La pareja huyó y escondió el arma y el dinero robado. Christie acabó confesando ante su madre y su padrastro, que la llevaron a la policía. Ante los agentes, descubrió que su novio la había acusado también a ella. En el juicio resultante, los abogados de Christie la convencieron de que se autoinculpara. Le dijeron que era lo mejor, pues en los años 90, en Luisiana, era legal la pena de muerte para menores (la prohibió el Supremo en 2005).

La consecuencia para la acusada, sin embargo, fue que se le aplicó de forma automática la condena de cadena perpetua. Christie es ahora una interna modelo. Varios de de sus supervisores en prisión han dicho que merece una segunda oportunidad. Con los años se ha sabido que fue violada en repetidas ocasiones por un novio de su madre, que intentó suicidarse dos veces, que estuvo ingresada en una clínica psiquiátrica, que sufre de baja autoestima y que estaba asustada de las represalias del exnovio que la inculpó. Tras un pasado terrible, contempla un futuro en la cárcel.

"En Estados Unidos, una persona menor de 18 años no puede votar, comprar bebidas alcohólicas, billetes de lotería o cigarrillos, ni prestar su consentimiento en la mayoría de los tratamientos médicos, pero sí puede ser condenada a morir en prisión por sus acciones. Esto debe cambiar", explica Natacha Mension, adjunta de investigación en Estados Unidos de Amnistía Internacional. "No pretendemos justificar los delitos cometidos por menores ni restar importancia a sus consecuencias, pero la realidad es que esas condenas ignoran el potencial para rehabilitación y cambio que tienen los menores infractores".

Bebe, primeras apuestas: o "suicidio comercial" o "disco de 2012




Hacía mucho tiempo que un disco español no despertaba tanta expectación. Es lógico, desde hace semanas se hablaba de él en los corrillos musicales madrileños. Hay quien lo describe como un álbum histórico, destinado a marcar un antes y un después. Y en un mundo como este, con la misma necesidad de guía que un taxista en el Sahara, Un pokito de rocanrol, de Bebe podía ser el GPS que marcase el camino. A la espera del veredicto del público, la extraña presentación de ayer en Madrid fue el momento para tantear sin ánimo científico a prensa, disqueros y enteradillos en general.

“Es la cosa más freak que me habéis hecho en la puta vida”, dijo Bebe. La cita fue el martes 29 en la Sala Sol de Madrid donde la cantante de 33 años presentó ante la prensa su esperado y controvertido disco Un pokito de rocanrol tres meses antes de que se publique (sale el 7 de febrero) y, es cierto: tras hacer en directo cuatro canciones a Bebe le colocaron un micrófono para que diese una algo extraña rueda de prensa de la que se despidió con un “que os follen bien”. ¡Y fumando, como una campeona! “La mato”, bromeaban los dueños de la sala.

También es cierto que anoche fue el mejor momento para escuchar las urgentes y todavía algo precipitadas primeras impresiones de periodistas, trabajadores de discográficas, músicos y productores. Como hemos comprobado la crítica anda dividida. Durante la presentación se escucharon opiniones de todo tipo; entre la decepción, la exageración y la sorpresa. “Va a ser un rotundo fracaso”, decía indignado un veterano periodista que reconocía que siempre le había gustado Bebe. “No hay estribillos, estas canciones no hay por dónde cogerlas. Janis Joplin se suicidó más elegantemente”. Sin embargo, Dario Manrique, también crítico musical alababa la valentía de la extremeña y opinaba que “aunque en directo las nuevas canciones suenan todavía con poca fuerza, tiene un rollo a lo LCD Soundsystem que mola mucho”. “Sí, pero no va a sonar en ninguna radio”, le replicaba el primer periodista. “Es un suicidio”.

El recién desposado Carlos Jean, primer productor de Bebe se mostraba el pasado jueves más benévolo. “Hay que entenderlo. No va a ser un disco fácil, pero lo que he escuchado me gusta. Es muy valiente y moderno”, decía sin quitar la mirada de la pantalla donde se proyectaba un vídeo documental sobre la grabación del disco en los estudios Ferber de París. Allí, en mayo, Bebe trabajó bajo la producción de Renaud Letang , que anoche, en un lateral de la sala, movía la cabeza convencido. “Suena muy bien en directo”, decía. “Es la bomba”.

Adrián Vogel, veterano de la industria discográfica con aires de adivino lo tenía claro. “Acerté con el que iba a ser el disco del año 2010, el del 2011 y el de Bebe va a ser el del 2012. Ya veréis”. Más opiniones: levantamos el teléfono y llamamos al redactor jefe de Rolling Stone, Carlos Marcos, que no ha escuchado todavía el disco completo, pero sí su primer single K.I.E.R.E.M.E: "Me gustaba más la Bebe profunda y angustiada de su anterior disco. Habrá que escuchar el resto del álbum, pero esta canción parece la vuelta de Papá Levante, esas chicas tan simpáticas que vestían con estampados de lunares".

El periodista Bruno Galindo también estuvo en la fiesta de presentación del disco y opina sobre el single: “Tiene lo atractivo de un sonido limpio y poderoso (bien por el productor, Renaud Letang) y lo desinteresante de lo calcado (la influencia del estilo M. I.A. me parece excesiva para una artista que tiene lo más difícil: personalidad propia)”. La cantante Virginia Labuat también estuvo en la fiesta: “Valiente y auténtica”, decía en su Twitter segundos después de la presentación.

Quizá lo mejor sea esperar al veredicto del público. Lo podrán comprobar en directo el 10 de febrero en Sevilla; el 11, en Málaga; el 17, en Barcelona; el 24, en Zaragoza; el 25 en Vitoria y el 1 de marzo en Madrid.