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domingo, 20 de diciembre de 2020

Las zanahorias reducen el colesterol, pero necesitan de una enzima para producir vitamina A

 

Las zanahorias son una buena fuente de betacaroteno, que es una fuente fundamental de la vitamina A. Pero para obtener todos los beneficios de salud de este superalimento, se necesita una enzima activa para producir esta vitamina, según un estudio de la Universidad de Illinois (Estados Unidos).


Hasta el 50% de la población tiene la variante menos activa de esta enzima, según estos científicos. Esto significa que su cuerpo es más lento en la producción de vitamina A a partir de una fuente vegetal, y podrían necesitar obtener este nutriente directamente de una fuente animal como la leche o el queso, por ejemplo.

Entender cómo se relaciona esta enzima con el colesterol tiene importantes implicaciones. Típicamente, los altos niveles de betacaroteno en la sangre están asociados con beneficios para la salud. Pero también podría ser un signo de una enzima menos activa que no está convirtiendo el betacaroteno que comemos en vitamina A.

El betacaroteno es el compuesto bioactivo que le da a las zanahorias su color naranja. Los estudios con humanos y ratones muestran que la conversión del betacaroteno en vitamina A reduce el colesterol 'malo' en la sangre. Por lo tanto, puede ayudar a proteger contra el desarrollo de la aterosclerosis, que conduce a la acumulación de grasas y colesterol en nuestras arterias.

En su trabajo, publicado en la revista Journal of Lipid Research, los investigadores realizaron dos estudios para comprender mejor los efectos del betacaroteno en la salud cardiovascular. Confirmaron su importancia, pero identificaron un paso crítico en el proceso.

El betacaroteno se convierte en vitamina A con la ayuda de una enzima llamada betacaroteno oxigenasa 1 (BCO1). Una variación genética determina si se tiene una versión más o menos activa de la BCO1. Las personas con una enzima menos activa podrían necesitar otras fuentes de vitamina A en su dieta.

Los investigadores analizaron muestras de sangre y ADN de 767 jóvenes adultos saludables de 18 a 25 años. Como era de esperar, los investigadores encontraron una correlación entre la actividad de la BCO1 y el nivel de colesterol 'malo'.

"Las personas que tenían una variante genética asociada con hacer la enzima BCO1 más activa tenían menos colesterol en la sangre. Esa fue nuestra primera observación", explica el líder del estudio, Jaume Amengual. Para dar seguimiento a estos hallazgos, realizaron un segundo estudio usando ratones.

"En el estudio en humanos, vimos que el colesterol era más alto en personas que no producen mucha vitamina A. Para saber si esa observación tiene un efecto a largo plazo, tendríamos que esperar 70 años para ver si se desarrollan cardiovascularmente. En la vida real, eso no es posible. Por eso usamos animales para ciertos estudios, para poder acelerar el proceso", explica.

Los principales hallazgos del estudio con ratones reproducen lo que encontraron en los humanos. "Vimos que cuando le damos betacaroteno a los ratones, tienen niveles de colesterol más bajos. Estos ratones desarrollan lesiones de aterosclerosis más pequeñas, o placas, en sus arterias. Esto significa que los ratones alimentados con betacaroteno están más protegidos contra la aterosclerosis que aquellos alimentados con una dieta sin este compuesto bioactivo", afirma Amengual.

En su segunda investigación, los investigadores también estudiaron las vías bioquímicas de estos procesos, determinando en qué parte del cuerpo se produce el efecto. "Lo reducimos al hígado como órgano encargado de producir y secretar lipoproteínas al torrente sanguíneo, incluyendo las lipoproteínas conocidas como colesterol malo. Observamos que en los ratones con altos niveles de vitamina A, la secreción de lípidos en el torrente sanguíneo se ralentiza", señala Amengual.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Bebidas azucaradas



Un estudio vincula refrescos y zumos azucarados con 180.000 muertes anuales. Los fallecimientos se deben a diabetes, cáncer y patología cardiovascular. El mayor consumo e impacto se produce en países en vías de desarrollo. 

 Cuando Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, lea los datos de un estudio que se presenta en una de las sesiones científicas de la Academia Americana del Corazón (AHA), seguramente se revolverá en su asiento con rabia por no haber logrado, de momento, prohibir en su ciudad la venta de bebidas azucaradas en envases grandes. Puede estar en lo cierto en su afán de evitar el abuso de estos refrescos y zumos, sobre todo si revisamos las cifras que vinculan su ingesta con 180.000 muertes anuales en todo el mundo. 

 Esa asociación la han realizado investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en Boston (EEUU), tras analizar los datos de una gran investigación, denominada Estudio de la Carga Global de Enfermedad en 2010, que en su momento recogimos en esta sección y que trata de analizar las enfermedades, sus causas y la mortalidad de zonas del planeta a las que habitualmente no se les hace mucho caso. 

 Pues bien, tras analizar esos datos y el consumo global de refrescos y zumos azucarados, estos investigadores estiman que la ingesta de estos líquidos está asociada a 180.000 muertes anuales, de las que 133.000 se deben a diabetes, 44.000 a enfermedades cardiovasculares y 6.000 a cáncer. 

También en países en desarrollo 

 A pesar de lo que a priori se pudiera pensar, el 68% de todos estos fallecimientos se producen en países en desarrollo más que en países ricos. Mientras que en EEUU se originan unas 25.000 muertes relacionadas con el consumo de estas bebidas, en zonas como Latinoamérica y el Caribe esa cifra asciende a 38.000 por diabetes generada por el abuso de refrescos y zumos con azúcar, siendo México el país con mayor consumo per capita en el mundo y la mayor mortalidad debida a esta causa: 318 muertes por millón de adultos. En el extremo opuesto se encuentra Japón, con 10 fallecimientos por millón de adultos y con la menor ingesta de este tipo de bebidas. 

 Para Andreu Palou, catedrático y director del Laboratorio de Biología Molecular, Nutrición y Biotecnología de la Universidad de las Islas Baleares y del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Obesidad y Nutrición (CIBERobn), lo esencial es que el consumidor esté bien informado sobre los productos que consume y en Europa hemos avanzado bastante en los últimos años, creo que más que en América". 

 En este sentido, Palou considera que puede ayudar mucho la nueva Reglamentación Europea sobre Etiquetado, ya aprobada pero que entra en vigor a partir de 2016 en relación con la obligación de informar sobre las características nutricionales en lo que se llama el 'etiquetado nutricional'. "Quizás esta entrada en vigor podría acelerarse y, en todo caso, yo destacaría que muchas empresas en Europa ya incorporan actualmente este etiquetado, avanzándose a la obligatoriedad, porque esta información puede ayudar mucho al consumidor a comprar los productos más adecuados a su dieta". 

 Los estudios epidemiológicos hay que tomarlos con cierta precaución, considera este experto, pues intervienen muchos factores interactuantes, pero en todo caso, los mayores consumidores de estos productos deben prestar mucha atención a su contenido energético. "El elevado contenido en azúcares sencillos sería el responsable del exceso de ingesta energética en quienes abusan de estas bebidas, por lo que los consumidores conscientes de su tendencia a engordar debieran considerar las posibilidades alternativas de 'contenido reducido o light', o incluso la declaración de 'bajo en azúcares' o 'sin azúcares'". 

 Prudencia es también el término que utiliza Leandro Plaza, presidente de la Fundación Española del Corazón, ya que el estudio se presenta "como póster en una sesión, por lo que no se ha presentado en una charla del congreso ni se ha publicado en una revista médica. Hay que tomar los datos con prudencia, ya que todavía no tienen evidencia científica. Llevamos muchos años analizando los factores de riesgo que sí tienen evidencia y esos son cinco: tabaco, hipertensión, colesterol elevado, diabetes y obesidad e inactividad". 

 La Asociación Americana de Bebidas ha hecho público un comunicado que va en la misma línea que adelanta el experto español y señala que este trabajo es "más sensacionalista que científico. No muestra que las bebidas azucaradas causen enfermedades crónicas como diabetes, patología cardiovascular o cáncer".

Siguiente paso, los niños 

 Pero Gitanjali M. Singh, de la Universidad de Harvard y principal responsable del estudio, ya adelanta que no se quedará en estos datos. "Este estudio está centrado en muertes por patologías crónicas y en adultos. En la próxima investigación deberíamos evaluar este consumo en niños en todo el mundo y ver cómo les afecta a su salud en la actualidad y en un futuro". 

 Porque el aumento de sobrepeso y obesidad infantil es una de las mayores preocupaciones a nivel mundial. Nuestro país no es un caso aparte. Según datos recientes, España, con un 19% de niños obesos, ya se sitúa por delante de Estados Unidos en donde el 16% de los pequeños tiene este problema. Si a eso sumamos el 26,1% de los pequeños que tienen sobrepeso, tenemos que casi la mitad de los niños españoles tiene un exceso de peso. En nuestro país, se producen 5.000 millones de litros de refrescos, de los que un 30% corresponde a bebidas light, datos que se traducen con cifras muy similares al consumo realizado por los españoles, según la Asociación de Bebidas Refrescantes. A eso hay que sumar la ingesta de zumos y néctares, que supone anualmente 1.068 millones de litros, lo que se traduce en unos 22,5 litros per capita, y que sitúan a España en el cuarto país europeo con mayor consumo de estas bebidas.