martes, 31 de enero de 2012

El día en que el FBI resucitó el p2p


Los usuarios vuelven al primigenio intercambio ‘par a par’ como alternativa a Megaupload, que era utilizada por la cuarta parte de los internautas españoles


El FBI ha cerrado Megaupload, el mayor almacén de contenido audiovisual que haya existido nunca. Apenas una semana después, su legión de adictos aún no se ha recuperado del golpe. Y es que el sitio, además de un negocio colosal para sus propietarios, era el suministrador líder de series y películas para 150 millones de usuarios en el mundo y cerca de siete millones en España. Su oferta era casi infinita, empequeñeciendo la de cualquier gran cadena física tipo Fnac o El Corte Inglés, y, más aún, a los portales de descargas legales. Con un par de clics se conseguía la serie o la película del momento, con mayor o menor rapidez y calidad, dependiendo de si se elegía la opción de pago (premium) o la gratuita.

Probablemente, a los usuarios el debate en torno a la legalidad de esta web por la infracción reiterada de los derechos de autor de que le acusan las autoridades les preocupe mucho menos que averiguar cómo tapar el hueco de ese hábito de consumo. Desde luego, y pese a algunas informaciones sin base estadística alguna, nada hace pensar que los adictos a Megaupload vayan a acudir en masa al cine o a consumir obsesivamente televisión.

Y, aunque la demanda de los videoclubs y de los portales legales de visionado online (streaming) como Filmin, Wuaki.tv, Cineclic, Voddler o Youzee ha crecido tras el cierre según sus responsables, su oferta es aún un grano de arena en comparación con la de Megaupload. Tan solo una plataforma como la estadounidense Netflix podría hacerle sombra, pero su desembarco en España se ha complicado por las reticencias de la industria audiovisual.

Competir con la gratuidad o los reducidos precios de la versión premium de Megaupload es todo un reto para la oferta legal: descargas ilimitadas por 60 euros al año o para toda la vida por 200 euros. Así que los usuarios han vuelto a escarbar en sus PC en busca de una alternativa gratuita que había caído en desuso pero que está en el origen de las descargas: el par a par o p2p. A diferencia de los servicios de hosting como Megaupload, en los programas de intercambio p2p los archivos están alojados en los ordenadores personales de millones de usuarios que, de forma desinteresada, los comparten con otros millones de internautas anónimos. Emule (red eDonkey) abrió la brecha del intercambio masivo de contenidos audiovisuales aunque su generalización vino de la mano del protocolo BitTorrent.

El streaming y las descargas directas han motivado un declive imparable del p2p. El dominio de Megaupload y sus homólogos es hasta ahora absoluto. Según datos de Comscore, solo Megaupload.com, uno de los varios dominios del portal, tenía en España 5,77 millones de visitantes únicos (diciembre 2011); Fileserve acumulaba 3,77 millones y Rapidshare 1,36 millones. Es decir, que uno de cada cuatro internautas hacía uso de estos programas.

El abismo abierto con el p2p se hace más patente aún si atendemos a la audiencia de los portales de enlaces que guían hacia los contenidos. Así, los que se nutren de Megaupload y sus afines arrasan frente a los del p2p. SeriesYonkis y PeliculasYonkis acumulan 5,81 millones de visitantes, y CineTube, 3,53 millones. Muy lejos se sitúan EliteTorrent (312.000 visitantes únicos) o TorrentSpain (74.000), que están entre los más conocidos de enlaces BitTorrent.

Esa situación puede estar a punto de cambiar. A la espera de datos aún fiables de audiencia, los primeros signos apuntan a una resurrección del p2p, cuyo tráfico de paquetes en Europa ha alcanzado el 15% del total (Inoque).

Los inconvenientes del p2p frente a la descarga directa son varios: hay que abrir el ordenador al resto de usuarios, con el consiguiente problema de seguridad, se expone a virus y archivos falsos (fakes) y la descarga es más lenta. Con todo, el pero más acuciante es asegurarse un repertorio pirata amplio. Megaupload lo tenía más fácil gracias a su sistema de recompensas. Pagaban a los clientes que subían las películas y series que más se descargaban. De esta forma, los uploaders competían por subir contenido pirata a sus servidores. Y Megaupload tenía cada vez más clientes dispuestos a pagar su abono por ese nutrido catálogo. Al no satisfacer derechos a las productoras, los costes eran mínimos y el negocio redondo, a juzgar por los bienes incautados a Kim Schmitz, su fundador y por los ingresos del portal, estimados en 150 millones de dólares.

En el p2p esa componente de negocio no existe, por lo que el contenido depende de la voluntad solidaria de sus usuarios: cuantos más archivos compartan desde sus ordenadores encendidos, más obra disponible hay. Basta desempolvar el mítico eMule para comprobar la penuria actual de su catálogo. De hecho, el uso de las aplicaciones que gestionan las descargas también está en declive. Ares (BitTorrent) cayó un 6,8% en el último año, y eMule, un 36,2%. La situación puede dar un vuelco si los usuarios vuelven a estos programas y les inyectan contenidos.

La pregunta que se hacen muchos es si pueden correr la misma suerte legal que Megaupload. Paloma Llaneza, abogada experta en Internet, lo aclara: “No es más difícil que perseguir las descargas directas, ya que se puede rastrear a los usuarios por la IP. La cuestión es que compartir con un amigo una copia de una película cuyo DVD has comprado podría entrar en una interpretación extensa del derecho de copia privada. Compartir una copia pirata con una pluralidad de pares es una infracción civil, pero no penal ya que, en principio, no hay ánimo de lucro. En España las operadoras saben qué usuarios tienen más tráfico y estarían en condiciones de aplicar una ley a la francesa. Por ahora, la ley Sinde no contempla esa opción”.

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