jueves, 29 de diciembre de 2011

Fallece 'Chita', la chimpancé de Tarzán de los Monos


Muere a los 80 años el macho que encarnaba a la célebre estrella del cine, entre dudas sobre su identidad


Ha muerto la mona Chita. He ahí un obituario. La noticia ha saltado el día de los inocentes provocando inicialmente las lógicas reservas. Pero la defunción queda confirmada. Ha sido de infección renal a la provecta edad de 80 años, en un centro de acogida para primates en Florida. Varias generaciones de humanos por no hablar de la selva entera estamos sobrecogidos. Se ha ido la célebre mona (para nosotros siempre fue ella, aunque para los anglosajones era Cheeta, él, un macho) a hacerle compañía a su primo de zumosol albino Copito de nieve y a tantos otros simios de empaque como sus congéneres Ham, el chimpancé astronauta o la hembra Washoe, que fue la primera en aprender el lenguaje de signos.

Bestezuela entrañable, traviesa y resolutiva, de muchos de los filmes canónicos de Tarzán, Chita es tan famosa en el imaginario como Rin-tin-tin, Lassie o mi oso Ben. Tanto da que en realidad no se llamara Chita ni fuera una mona sino un mono (¡), que toda su historia haya sido puesta en duda por un periodista de The Washington Post (sigan leyendo) y que su condición y sus aventuras no tuvieran en realidad nada que ver con lo que tenía en mente Edgar Rice Burroughs cuando creó el personaje literario de Tarzán.

Efectivamente, solo a una imaginación calenturienta de Hollywood y desconocedora de la fauna africana se le podía haber ocurrido que los grandes monos en cuyas peludas manos pone el autor el destino del niño humano Greystoke, el Tarmangani, fueran las de los pequeños chimpancés. Sin duda Burroughs pensaba en una gorila al imaginar a Kala, la mona que cría a Tarzán. A una gorila la puedes llamar mamá, pero con una chimpancé está claro que algo no cuadra. En fin, como la fama no entiende de lógica ni el cine de sutilezas -hoy seguramente interpretaría a la mona un salaz bonobo- nos tocó ver al fornido Weissmüller acompañado de Chita.

El macho chimpancé que la encarnó en cuatro de los filmes clásicos de Tarzán (aunque no el primero) y que se ha llevado durante años toda la hirsuta gloria hasta fallecer el pasado 24 de diciembre se llamaba Jiggs. Según el relato oficial de su vida había nacido en 1932 en Liberia, de donde se lo trajo su primer propietario, Tony Gentry, bajo la chaqueta en un vuelo de Pan Am en el que incordió de lo lindo a las azafatas (el mono, se entiende).

El éxito profesional le llegó a Jiggs travestido de Chita y de la mano de Maureen O'Sullivan en la segunda entrega protagonizada por Johnny Weissmüller, Tarzán y su compañera (1934), en el que el título se refería a Jane y no a Chita. Tras otros tres filmes, la ambigua fama de Jiggs -que gracias a la discreta anatomía de los chimpancés no precisaba taparrabos como Tarzán- estaba asegurada. En su carrera aparece también el haber interpretado el papel de Chee-Chee, el chimpancé del Doctor Dolittle y haber ganado un premio, el Calabuch, en el festival internacional de cine de comedia de Peñíscola de 2006.

Considerado el mono más viejo del mundo por la lista del récord Guinness, Jiggs-Chita ha muerto tras sobrevivir a todo el resto del reparto, incluidos Boy (Johnny Sheffield, fallecido en 2010) y los cientos de porteadores de los safaris diezmados por los atroces gaboni. El mono no ha dejado descendencia, aunque no parece posible estar seguros de este detalle. Entre los grandes momentos de su vida está el que en su 75 cumpleaños la gran primatóloga Jane Goodall le cantara el Happy Birthday en el idioma natural de los chimpancés de Tanzania.Paralelamente, hubo una campaña para que Chita tuviera merecida huella en el paseo de la Fama de Hollywood.

Sin embargo la entrañable biografía tiene su lado oscuro. En 2007, cuando trabajaba en la biografía autorizada (¡) de Chita, el periodista R. D. Rosen de The Washington Post empezó a ver que le estaban dando gato por mona. Las fechas no le coincidían, el chimpancé de Doctor Dolittle era demasiado jovencito para ser Jiggs, etcétera. Tras una pormenorizada investigación que incluyó a una cuidadora llamada Jan Giacinto, Rosen concluyó que Jiggs, que por entonces vivía en Palm Springs pintando cuadros con los dedos que su dueño Dan Westfall vendía por una pasta, era un fraude (como actor, no como pintor). Como ya es imposible interrogar al pobre Jiggs concedámosle al menos el beneficio de la duda en esta sentida despedida y rindamos al menos homenaje en él a Chita, valiente mona.

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