sábado, 12 de noviembre de 2011

Audrey Hepburn: una vida de puntillas


Se cumplen 50 años del estreno de ´Desayuno con diamantes´, protagonizada por la "angelical" actriz anglo-belga


Audrey Hepburn semejaba una bailarina delicada, espontánea discreta, que hubiese saltado del resorte de su caja de música en tamaño natural. Algo de eso guarda su propia biografía de actriz breve y fulgurante, desde que, en 1954, obtuviese un Oscar prácticamente con su mismísimo debut, Vacaciones en Roma, y a cuyo casting llegó casi de chiripa, apoderándose al instante de un papel destinado a Liz Taylor, ya una diva de renombre, a la altura rutilante del coprotagonista, Gregory Peck. Algo tiene de gata o de ardilla que se cuela por las rendijas y cae de pie. Una Mary Poppins capaz de sobrevolar en el último momento las azoteas de Hollywood y persuadir al productor más cazurro de su magnetismo angelical. Pues otros dos de sus papeles estelares, en Desayuno con diamantes y My fair lady, habían sido concebidos, respectivamente, para Marilyn Monroe y Julie Andrews.

Formada con Marie Rambert, la maestra de Nijinsky, esta chica bien de los Países Bajos, que hablaba seis idiomas, entre ellos el castellano, en realidad estaba destinada a convertirse en una estrella de ballet. Era hija de una baronesa de ascendencia británica, descendiente del rey Eduardo III, y de un corredor de seguros belga filonazi, que abandonó a la familia cuando ella era una niña, y al que, muchos años después, buscó desaforadamente, para encontrarlo, en Dublín, desahuciado, y le financió la existencia.

Mucho antes de llegar a ser "cara de ángel" para todos los públicos planetarios, que veían en ella a una estrella ponible, de dimensiones humanas; una antidiva refractaria al lujo y a las grandes mansiones, que cuidaba personalmente de su jardín en casas discretas, su madre la llamaba "patito feo"; un mote cariñoso para una niña escuchimizada, a causa de la anemia, por el hambre que padecieron, en la resistencia holandesa, durante la Segunda Guerra Mundial. Y algo de ese mito infantil, devenido luego en cisne o mirlo blanco de la gran pantalla, guarda su meteórica carrera de actriz, que aunque apenas duró 15 años, le dio para hacer de partener, tras Gregory Peck, de Humprhey Bogart, Fred Astaire, Gary Cooper, Rex Harrison, William Holden, Cary Grant, Peter O´Toole, Sean Connery...

Lo que de ella dijeran el director de Vacaciones en Roma ,William Wyler, o el propio Peck, al principio es concertado por compartir cartel con una muchacha de un musical de Broadway, en vez de con la Taylor, se convirtió en su tónica ascendente: "Es sencillamente encantadora. Tiene inocencia y talento, y, además, es muy divertida". Y es que, a diferencia de las grandes divas, cuyo mejor papel es interpretarse a si mismas, Audrey Hepburn era una fértil arcilla moldeable, una actriz versátil, capaz de hacer por igual de monja, prostituta, ciega o amante despechada, sin perder por ello su propia aura. Conseguía, incluso, que algunos directores y guionistas realizaran notables cambios de readaptación a su impronta, una vez que el papel le era asignado.

Así ocurrió, de hecho, con la Holly de Desayuno con diamantes. Truman Capote, autor de la novela originaria, Breakfast at Tiffanys, y de la adaptación cinematográfica (que en la versión mexicana se titula Desayunando en Tiffanys), tenía claro que iba a ser interpretada por su amiga Marilyn Monroe. Pero ésta, harta de "personajes frívolos", rehusó protagonizar la película. Y cuando Audrey fue aceptada para el papel, Capote consintió en rebajar ciertos toques casquivanos de su personaje; ya no era la prostituta bisexual de su relato, sino un ser más indefinido, inocente, angelical. Al parecer, ella misma apostó por la inclusión e José Luis de Vilallonga en el reparto, quien, en costumbre muy ibérica, semejante a Dominguín y la Gardner, presumió toda su vida de la realidad de su beso a la Audrey...

Alérgica a las joyas en su vida real, la actriz rechazó entonces una cuantiosa oferta de Tiffanys para que patrocinara sus productos, y si bien ganó 750.000 dólares de la época por la película, los destinó a obras benéficas. Nunca olvidó el hambre que pasó en los años de la resistencia holandesa, cuando ella y su madre, junto a los hijos de ésta, se convirtieron, de la mañana a la noche, en nuevos pobres... Lo que la obligó a abandonar la cara formación para bailarina de élite, y rabajar en musicales nutricios, con un talento de tal calibre, en cualquier caso, que en 1951, aquella muchacha belga de 22 años, fue invitada a protagonizar Gigi en Broadway. Y de ahí, por la puerta de atrás, a codearse en la pantalla con Gregory Peck. Fue muy reservada con su vida privada; dos discretos matrimonios, cuyos truncamientos la hicieron sufrir, al punto de declarar: "Las parejas deben satisfacerse mucho, pero para ello, tal vez, lo mejor sería que vivan separadas y se visiten".

A partir de 1967, con Sola en la oscuridad, cambió su carrera cinematográfica por las labores humanitarias de Unicef; y aún en 1993, ya desahuciada por el cáncer de colon que acabaría con su vida tres meses después, a los 63 años, visitó un centro de Somalia.Vitalista y risueña, pero también hipersensible y doliente, "Cara de ángel" o "Patito feo" expresó entonces: "La vida es dura. Después de todo, te mata".

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